Rodeada de alambres, en un mar de espinos,
Atrapada en juegos, de un loco lunático.
Me muerdo la lengua, cuando no debo,
Y cuando debo, voy y no muerdo la tuya.
Quisiera ser la prisionera de tu cárcel,
Quisiera, entre barrotes, articular tu nombre.
Pero choco mi cabeza contra un muro,
A ver si así recupero la conciencia.
Más tu veneno corre por mi sangre,
Y hace añicos mi quebradiza razón.
Muerde mi cuello con dentellada profunda,
Deja en mí tal huella que jamás pueda borrarla.